ABC.es: En el campamento Tokio Hotel
En el campamento Tokio Hotel
El viento levanta sus tiendas de dormir y el frío les hace tiritar, pero ellas siguen ahí. Llevan cinco días de penurias en las afueras del Palacio de los Deportes y se preparan para pasar más días a la intemperie. No les importa, porque sueñan con ver el próximo 6 de abril, en primera fila, a las estrellas de Tokio Hotel, el grupo de «pop» adolescente que tiene enloquecidas a miles de jóvenes madrileñas como ellas.
Cristina Palomino fue la primera en llegar el jueves a las 9 de la mañana, casi dos semanas antes del concierto. Instaló su tienda con una amiga y marcó el número 1 en un cuaderno rojo. Ese mismo día llegaron 16 personas más, y ayer, ya eran 60 las chicas y chicos instalados en 13 tiendas de colores que se alzan bajo las estrellas de la entrada del Palacio de los Deportes.
«Hace un frío fatal, pero es que con Tokio Hotel soy tan feliz... me hacen conocer y reconciliarme con tanta gente, que claro, vale la pena», dice la chica de 17 años, que se siente orgullosa de mantener el lugar limpio.
¿Y qué dicen los padres? «Nada. Saben que Tokio Hotel es sagrado. Para ellos y para mí», dice Palomino. «Los míos no tienen ni idea de que estoy aquí», confiesa otra que los ha perseguido en conciertos por Alemania. Asegura que muchas han gastado más de 30 euros en comida y cartones.
El campamento improvisado de Tokio Hotel crece cada hora. Hacen turnos, van a casa a bañarse por las tardes y vuelven para pasar la noche, escriben su nombre por orden de llegada y algunas estudian para los exámenes de recuperación de cursos perdidos.
Cristina Palomino fue la primera en llegar el jueves a las 9 de la mañana, casi dos semanas antes del concierto. Instaló su tienda con una amiga y marcó el número 1 en un cuaderno rojo. Ese mismo día llegaron 16 personas más, y ayer, ya eran 60 las chicas y chicos instalados en 13 tiendas de colores que se alzan bajo las estrellas de la entrada del Palacio de los Deportes.
«Hace un frío fatal, pero es que con Tokio Hotel soy tan feliz... me hacen conocer y reconciliarme con tanta gente, que claro, vale la pena», dice la chica de 17 años, que se siente orgullosa de mantener el lugar limpio.
¿Y qué dicen los padres? «Nada. Saben que Tokio Hotel es sagrado. Para ellos y para mí», dice Palomino. «Los míos no tienen ni idea de que estoy aquí», confiesa otra que los ha perseguido en conciertos por Alemania. Asegura que muchas han gastado más de 30 euros en comida y cartones.
El campamento improvisado de Tokio Hotel crece cada hora. Hacen turnos, van a casa a bañarse por las tardes y vuelven para pasar la noche, escriben su nombre por orden de llegada y algunas estudian para los exámenes de recuperación de cursos perdidos.
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